Mozambique, con su pasado suahili, su herencia colonial portuguesa y su tradicional apertura hacia el Océano Índico, ha conformado un mosaico étnico y cultural que fascina al visitante. Sus gentes, siempre sonrientes, intentan mirar hacia el futuro con esperanza, intentando olvidar los graves problemas que les afectan, y dejar atrás décadas de sufrimiento causadas por las guerras que asolaron el país en la segunda mitad del siglo XX. La ciudad de Beira, situada a 20 grados de latitud sur, fue el destino final de mi viaje. Con su arquitectura colonial decadente y su mezcla de razas y religiones, representa, como ningún otro lugar, la esencia mestiza mozambiqueña que he intentado reflejar en este trabajo fotográfico.